El Espacio Habitado, paradoja del hombre moderno, se rinde a la perspectiva y mirada del individuo, como artífice de su creación, como responsable último de la supremacía de lo funcional e imponente, de la verticalidad de edificios lineales, que se alzan como colosos al desafío del tiempo. En un continuo contraste de formas conviven los edificios de la ciudad habitada: formas lineales que denotan la supremacía de un sistema que sobrepasa la dimensión humana de quien lo impuso, rompiendo la perspectiva de un cielo sometido a la mano del hombre. La estructura se impone al individuo. El hombre espectador minúsculo de un mundo que parece devorarlo, en el que no hay cabida para el color, su escala de grises sugiere la visión monocromática del pensamiento limitado, la funcionalidad o el utilitarismo.